En el seno de la familia la convivencia no siempre es idílica. Cada individuo tiene su propia forma de ser, y pueden surgir roces que debiliten las relaciones familiares. Se suele decir que “la familia es un tesoro”, aunque tendemos a desatenderla más de la cuenta.
Mejorar las relaciones familiares implica pasar más tiempo entre vosotros. Organizar actividades fuera de casa o mantener conversaciones más personales ayudará a reforzar vuestro vínculo. Además, tener una buena relación entre hermanos, contribuirá al entendimiento con tus hijos o a restaurar la conexión con tus primos o tíos lejanos.
A diferencia de cualquier otro vínculo, las relaciones familiares están basadas en un vínculo de consanguinidad. Muchas personas hablan de que “la familia no se elige”, y, aunque resulte obvio, puede ser el origen de muchos conflictos ya que esas personas se ven obligadas a interactuar durante algunos eventos familiares.
Ahora bien, también hay familias que tienen un fuerte vínculo.
Cuando se trata del núcleo familiar, la relación entre padres e hijos no siempre es lo fluida que nos gustaría. A determinadas edades surge un desinterés del adolescente a sus referentes paternos, por lo que toca esforzarse aún más para mantener ese vínculo fuerte.
No existe una fórmula secreta. Las relaciones familiares se construyen en la cotidianidad, a través de pequeños gestos. Y algunos son más obvios de lo que pensamos.
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Estas son 9 recomendaciones que contribuyen a mejorar las relaciones familiares, ya sea con los hijos, padres o familiares más periféricos.
La comunicación entre vosotros también implica una escucha activa, esta debe ser fluida, honesta, pero también considerada. Gracias a la comunicación, podréis compartir vuestros puntos de vista y pactar decisiones donde los miembros de la familia se sientan cómodos.
Trata de estimular la comunicación familiar. Por ejemplo, si has tenido un roce recientemente con una persona, busca un momento donde puedas conversar con ella.
Una manera de mejorar la relación entre padres e hijos es dedicando tiempo a la escucha de sus inquietudes. Muestra un interés proactivo en sus hobbies y trata de mantener conversaciones que le motiven.
Ocultar tus propias emociones no contribuirá a fortalecer el vínculo con tu familia, por ello, debes aprender a identificar cómo te sientes en cada momento. Los pensamientos negativos tienen un origen, y debes poder reconocerlos.
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La única forma de aplicar la escucha activa es mediante la empatía con otro miembro de tu familia. Es importante que seas tolerante y, aunque las reacciones de la otra persona no terminen de gustarte, trata de buscar una explicación.
Cuando dos estilos de vida colisionan, es necesario encontrar caminos alternativos. Trata de aceptar las decisiones individuales, por ejemplo de tus hijos, a la hora de vestirse o expresarse. Quizás no coincidan con las tuyas pero esto no implica que no podáis llevaros bien.
Una cosa es ser empático y otra cuestión muy distinta es disolver los roles necesarios que organizan la familia. Dentro del seno familiar la figura de los progenitores debe mantenerse como el rol de autoridad.
Esto no implica que actúes con tiranía, de hecho, la autoridad se gana a través del liderazgo y la confianza. Ahora bien, una familia debe conservar cierta estructura de roles que ayuda al diálogo y entendimiento mutuos.
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A todos nos gusta recibir una muestra de cariño en algún momento, contribuye a fortalecer los lazos entre las personas. Recuerda a tus hijos, padres o hermanos lo mucho que te importan. ¿Les has dicho alguna vez que les quieres? Prueba a hacerlo más a menudo.
Otra manera de estrechar vuestro vínculo es compartiendo vuestras inquietudes personales. Poner esa confianza en el otro y mostrarte dispuesto a escuchar su opinión mejorará vuestra relación. Comparte algún problema que hayas tenido en el trabajo o pregúntales cómo les ha ido en el instituto.
Las comidas familiares son una opción, aun así, quizás necesites organizar una actividad más original. Una forma de mejorar la relación de pareja, por ejemplo, es compartir momentos de intimidad como una cena, una salida al teatro o una pequeña escapada.
Lo mismo ocurre con los hijos. Opta por organizar actividades al aire libre que les entusiasmen. Evita caer en la monotonía; visita un parque natural, llévalos a volar una cometa u organiza una ruta de barranquismo con ellos.
Es muy común en las empresas y, sin embargo, parece algo extraño en el seno familiar. Consiste en verbalizar sentimientos positivos que reconozcan actitudes de la otra persona. O, por el contrario, sugerir mejoras en su comportamiento.
Para ello, debes crear una dinámica de retroalimentación donde des y recibas consejos que busquen mejorar la relación entre familiares. Por ejemplo: reconoce a la otra persona tu felicidad por haberse mostrado predispuesta a escuchar un problema.
Por el contrario, si quieres trasladar un reproche, hazlo siempre desde la perspectiva individual: “me he sentido así”, “he tenido esta impresión”. Descargar a la otra persona de responsabilidad contribuirá a que no se muestre a la defensiva y podáis llegar a un consenso.
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En vuestro día a día se producirán multitud de opiniones diversas. ¡Y no está mal! Eso sí, resulta imprescindible generar una dinámica de acuerdos. Para ello, escucha primero los argumentos de la otra persona y trata de empatizar con ella. Luego, expón los tuyos.
Si consigues que esto se convierta en un hábito, los miembros de tu familia se mostrarán más receptivos a aceptar decisiones que no les gustan, pero lo harán por un bien común.
¿Sabías que existen expertos en resolver conflictos entre personas? Un especialista puede encontrar mecanismos para mejorar el vínculo con tus hijos o con tu pareja. No dudes en acudir a ellos si te ves incapaz de resolverlo por ti mismo.
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