Tan controvertidos como aplaudidos. Los radares de velocidad se han convertido en uno de los principales métodos de supervisión de las carreteras por parte de la DGT.
Diversos estudios han demostrado que son un elemento de disuasión efectivo en la prevención de accidentes. ¡Pero son muchas las dudas de los conductores al respecto! ¿Qué tipos de radares existen? ¿A qué velocidad salta un radar?
Descubre cómo funcionan y las ventajas para la seguridad vial en nuestras carreteras.
Lejos de reducir su uso, la DGT sigue apostando por los radares de velocidad. En concreto, la instalación de estos dispositivos ha aumentado un 7% con respecto al año 2021. Actualmente las carreteras y vías urbanas cuentan con un total de 2.820 radares de velocidad en España.
Sin embargo, todavía estamos muy lejos en el uso de estos dispositivos si nos comparamos con otros países europeos. Mientras que España cuenta con 3 radares de velocidad por cada 1.000 kilómetros de red de carretera, Italia registra 22 por cada 1.000 km, Bélgica 19, Gran Bretaña 18 o Alemania 7. Efectivamente, estamos muy lejos de la media europea.
Por su parte, la Dirección General de Tráfico ya ha confirmado que continuará instalando estos dispositivos para intensificar el control de las carreteras. Su objetivo es erradicar los accidentes de tráfico que tantas muertes causan en nuestro país.
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¿Existe alguna Comunidad Autónoma con una mayor presencia de radar de velocidad? ¡La realidad es que sí! En concreto, Cataluña (700 dispositivos), Andalucía (361) y Castilla y León (324) son las regiones con un mayor número de estos dispositivos. De hecho, acumulan la mitad de los radares de velocidad instalados en España.
País Vasco (con 220) y la Comunidad de Madrid (200) también ocupan posiciones en la cabeza de la lista.
Si observamos los datos por provincia, Barcelona es la absoluta ganadora. Registra un radar por cada 4,63 kilómetros, siendo la que cuenta con una tasa más elevada de España. Le siguen Girona, Alicante y Madrid.
¿Conoces los distintos tipos de radares de velocidad que existen?
¡Te contamos las diferencias entre cada uno de ellos.
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Un radar de velocidad es, en realidad, un cinemómetro. Se trata de un aparato capaz de medir la velocidad. Funcionan enviando ondas electromagnéticas que chocan contra los objetos a su alrededor y rebotan de nuevo hacia su antena para calcular la velocidad a la que se mueven.
Hecha la ley, hecha la trampa. Dado su funcionamiento por ondas electromagnéticas, algunos potenciales infractores emplean detectores de radares. Se trata de unos dispositivos que alertan al conductor cuando identifica este tipo de ondas en su perímetro. Aun así, el uso de estos dispositivos está castigado.
Te estarás preguntando… ¿Son realmente fiables cuando mi bolsillo depende de su precisión? La realidad es que todos los radares de velocidad cuentan con un margen de error. Los fijos y de tramo presentan un margen de error máximo de 3 km/hora. El radar móvil, por su parte, puede llegar a un máximo de 5 km/hora.
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Dado el margen de error del radar, la DGT aplica una lógica favorable a los conductores. Un radar salta cuando se excede en 7 km/h la velocidad en una vía con un límite menor a 100 km/h. En aquellas cuyo límite es superior a los 100km/k, se aplica un umbral del 7%. Es decir, en una carretera con limitación de circular a 120km/h, el radar salta a una velocidad de 128,4 km/h.
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Aunque algunos conductores los consideran molestos, especialmente si son sancionados por ellos, la realidad es que los radares de velocidad tienen una importancia vital en la seguridad vial.
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La disuasión es, sin duda, la contribución más relevante de estos dispositivos. Si bien están capacitados para identificar a los conductores infractores, la realidad es que su mayor contribución la hacen sobre aquellos que no acaban por infringir la legislación por miedo a ser sancionados.
Este es el motivo por el que la propia DGT realiza instalaciones visibles y notifica la presencia de radares. Incluso ha llegado a publicar la ubicación exacta de la gran mayoría de ellos.
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También se han demostrado como un elemento capaz de reducir la velocidad media a la que circulan los vehículos por determinados tramos.
No obstante, esta tecnología también presenta algunas desventajas. La instalación de un radar de velocidad fomenta el denominado como “efecto canguro”. Consiste en la desaceleración de manera súbita cuando el conductor atraviesa el perímetro de detección del radar.
Se ha demostrado que la velocidad es uno de los mayores factores de riesgos de los accidentes de tráfico. En concreto, aumenta un 30% las probabilidades de sufrir uno. Gracias al control de los radares de velocidad, la cifra de accidentes también se ha reducido.
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¡Son más comunes de lo que pensamos! En España se producen 11.000 atropellos cada año. Gracias a la instalación de radares en municipios se consigue reducir la velocidad o evitar que los vehículos se salten los semáforos en rojo. Y, con ello, evitar atropellos.
Algunos puntos de nuestra red de carreteras son especialmente peligrosos por su índice de siniestralidad. Son los llamados tramos negro. Los radares, aunque no reducen la siniestralidad a cero, sí son capaces de contener la peligrosidad.
Tanto es así que la DGT suele priorizar dichos tramos con la instalación de dispositivos que permitan disuadir a los conductores.
Gracias a la variedad de estos modelos, los radares se han convertido en un dispositivo muy versátil. En función del tipo de tramo o las características de la carretera, permiten instalarse en los laterales, sobre una estructura en altura o dentro de vehículos en movimiento.
Además de la disuasión y sanción, los radares también se han convertido en unos instrumentos claves para la medición de nuestras carreteras. Permiten analizar la densidad de tráfico por tramos y devuelven unas métricas esenciales para que la Dirección General de Tráfico pueda tomar decisiones velando siempre por la seguridad del conductor.
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