Actualmente en materia de pensiones, la dinámica habitual es que el IPC -el Índice de Precios al Consumo, o dicho de otra manera el coste de la vida- sube año a año y las pensiones públicas de jubilación, si se incrementan, es en una proporción sensiblemente inferior a éste. En definitiva, las personas ya jubiladas tienen cada vez menos poder adquisitivo, pues sus pensiones (no en todos los casos, pero sí en muchos de ellos) resultan en muchas ocasiones insuficientes para desenvolverse sin agobios en su día a día.
Mientras el cuento de nunca acabar sigue sin resolverse, los actuales trabajadores tienen ante sí una solución que seguramente les permitirá librarse de esa posible situación complicada a la que dejen de ser población profesionalmente activa: la suscripción de un plan de pensiones privado, que les servirá al final de los años activos para complementar los ingresos fruto de la pensión pública y así poder vivir con menos apuros.
A grandes rasgos, el funcionamiento de este tipo de planes de pensiones es muy sencillo: el partícipe realiza aportaciones económicas, bien de manera periódica o extraordinaria, y también posiblemente ambas, con el objetivo de que cuando llegue la fecha de su jubilación tenga acceso a una prestación. Deberá contar siempre con la colaboración de una entidad gestora, que se encargue de la gestión y administración de los fondos tratando de obtener la máxima rentabilidad posible en función del nivel de riesgo que desee su cliente; de una entidad depositaria, que se centre en la custodia y depósito de los valores mobiliarios y activos financieros que integran el patrimonio del fondo; y de una comisión de control, encargada de supervisar el funcionamiento del plan y la correcta ejecución de las operaciones.
El capital que los fondos generen con el paso del tiempo es el que servirá para dar cumplimiento a los planes de pensiones. Hay que destacar, por último, que cada fondo podrá integrar uno o varios planes.
Tipos de planes de pensiones privados
Establecer una clasificación de tipos de planes de pensiones es complicado pues hay muchos factores que entran en juego. Pero, atendiendo a las principales modalidades bajo las que pueden suscribirse podemos dividir estos en tres clases: los planes individuales, que son los que contratan de manera voluntaria las personas privadas, los particulares, con las entidades financieras o aseguradoras; los planes asociados, que están promovidos por asociaciones, gremios, sindicatos u otros colectivos; y los planes de empleo, que promueven principalmente las empresas y en los que los empleados de cada compañía son los partícipes.
Otra manera de diferenciar las clases de planes de pensiones es en función de las aportaciones y de las garantías futuras que ofrecen. En los planes de aportaciones definidas, que pueden ser realizados por cualquier promotor, se acuerda una aportación periódica que el titular deberá cumplir. En ellos no se deciden por anticipado las prestaciones que tendrá el plan en un futuro, ya que el titular recibirá el dinero que haya invertido más la rentabilidad producida. Tiene el riesgo de que ésta puede ser positiva o negativa, en función de los resultados que hayan obtenido los gestores del plan.
Las otras dos modalidades solo se destinan a los planes de empleo y asociados, y nunca a los individuales. Es el caso de los planes de prestaciones definidas, en los que se fija una rentabilidad al comienzo de la inversión, lo que asegura la recuperación total del dinero invertido; y el de los planes mixtos, que mezclan características de los dos anteriores: ofrecen una rentabilidad mínima en el momento del rescate y a la vez establecen una cantidad fija de forma periódica.
La última clasificación podemos realizarla en orden a la política de inversión que se realice con el fin de dar rentabilidad a los titulares. En este aspecto podemos separar los planes de pensiones en cinco grupos: de renta fija -tanto a corto como a largo plazo-, que suponen un escaso riesgo y por tanto una menor rentabilidad; de renta variable, que ofrecen una rentabilidad elevada para el titular del plan pero suponen un riesgo importante; de renta fija mixta, que mezclan las inversiones en renta fija y variable, aunque estas últimas no pueden superar el 30% del dinero total del plan; de renta variable mixta, que también combinan ambas inversiones pero con otra condición, que las de renta variable supongan entre un 30 y un 75% del total del plan de pensiones; y los garantizados, que ofrecen al titular la garantía de que recibirán el total del dinero que hayan invertido. Ni qué decir tiene que estos últimos brindan una rentabilidad muy baja ya que prácticamente no existe riesgo para el inversor.