Desde que un recién nacido nace, sus padres se esfuerzan en entender sus necesidades para cuidarle de la mejor manera posible. Por eso hay que estar preparados para que el bebe llore o manifieste de alguna forma que tiene hambre, frío o que algo no va bien. Sin embargo, cuando un recién nacido padece espasmos infantiles no siempre es sencillo de detectar.
Además, estos espasmos del bebé pueden tener consecuencias muy perjudiciales o irreversibles si no se detectan a tiempo, como daños neurológicos graves o incluso la muerte.
Un diagnóstico precoz, acompañado de un tratamiento adecuado, pueden conseguir que el niño haga una vida normal. ¡Presta atención a los síntomas más comunes de los espasmos infantiles para saber reconocerlos y cómo actuar en caso de detectarlos!
Índice
Qué son los espasmos infantiles
Los espasmos infantiles son una forma de epilepsia que afecta a algunos bebés. Normalmente aparecen entre los 2 y los 12 meses de vida del recién nacido. Sin embargo, el periodo donde más hay probabilidades de que ocurran estos espasmos suelen ser entre los 4 y los 8 meses.
Aunque el propio espasmo suele durar menos de un segundo, normalmente se suelen manifestar muy seguidos, espaciados entre unos 5 o 10 segundos entre ellos.
Causas
Las causas que pueden originar espasmos infantiles son muy variadas. En líneas generales, se suelen dar en niños que presentan lesiones cerebrales o problemas en el desarrollo, incluso aquellos que ya han sido diagnosticados.
Las causas más comunes de los espasmos en un recién nacido son:
- Malformaciones encefálicas.
- Trastornos en el metabolismo.
- Trastornos genéticos, como el Síndrome de Down, la fibrosis quística y la distrofia muscular.
- La esclerosis tuberosa compleja. Se trata de una enfermedad hereditaria que causa frecuentemente los espasmos infantiles.
- Falta de oxígeno durante el parto, durante el periodo de dilatación o el momento de expulsión del recién nacido.
- Traumatismos craneales graves durante los primeros años de lactancia.
Sin embargo, no siempre es posible identificar las causas de estos espasmos infantiles, por lo que es importante saber identificar los síntomas.
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Síntomas
Los espasmos infantiles se suelen manifestar en forma de convulsiones. Normalmente, el bebé realiza una flexión súbita de los brazos, el cuerpo se pone rígido, la espalda se arquea y se produce una extensión de las piernas.
Pero en muchas ocasiones pueden llegar a ser poco visibles, confundirse con un sobresalto o incluso ser prácticamente inidentificables. De hecho, podrían ser síntomas tan sutiles como, por ejemplo, que en una ligera inclinación de la cabeza los ojos se vayan hacia atrás o que exista un pequeño crujido en la tripita.
Pero, ¿cuál es el mejor momento para para detectar convulsiones en bebés recién nacidos? No es habitual que se den mientras el bebé está dormido. Ahora bien, sí es común que los espasmos en recién nacidos se produzcan justo después de que se despierten.
Cómo debemos actuar ante los espasmos infantiles
Es muy importante que los espasmos infantiles sean detectados a tiempo. De hecho, un diagnóstico precoz ayudará a que tu hijo pueda recibir un tratamiento adecuado y así evitar lesiones cerebrales graves en el futuro.
Si sospechas que tu hijo pueda estar padeciendo espasmos, debes acudir a su pediatra para así realizar un diagnóstico adecuado. ¡Te contamos en este vídeo los 4 pasos que debes seguir si crees que el bebé presenta espasmos!
El Síndrome de West
El síndrome de West es una encefalopatía epiléptica que se presenta cuando el cerebro está dañado. Se suele decir que esta patología entristece a los más pequeños, ya que algunos síntomas como son los espasmos musculares impiden que el niño esboce una sonrisa.
El nombre de esta patología se debe al médico William Jame West quien, por primera vez, descubrió estas alteraciones en su propia hija.
El síndrome de West tiene un índice de mortalidad en los niños que la padecen de un 5%, por lo que es importante conocer qué síntomas presenta para que los padres puedan detectarlo cuanto antes.
Síntomas
El síndrome de West se manifiesta mediante 3 síntomas: convulsiones o espasmos infantiles, un retraso psicomotor y alteraciones en el electroencefalograma. Dicho esto, no siempre el niño presentará estas tres condiciones, aun si lo padece.
- Espasmos epilépticos. Como ya hemos visto, son contracciones bruscas en el cuello, extremidades y tronco del recién nacido.
- Retraso psicomotor. Esta demora en el desarrollo del recién nacido podría ser previa o posterior a los espasmos. El niño comenzará a perder habilidades motoras, y sufrirá alteraciones neurológicas.
- Alteraciones del electroencefalograma. Se conocen por el nombre de hipsaarritmias y se trata de una desorganización de la actividad cerebral. Con una detección temprana, la calidad de vida de los recién nacidos suele ser muy buena.
Tratamiento
El tratamiento del síndrome de West está enfocado en proporcionar una mejor calidad de vida a los niños.
Para ello, se suelen recetar un tratamiento para espasmos infantiles basado en medicamentos para reducir o eliminar las convulsiones como anticonvulsivos, corticoides o vigabatrina. De hecho, un 10% de los pacientes consiguen volver a hacer vida normal gracias a estos medicamentos.
Sin embargo, si la medicación no logra controlar los espasmos, algunos expertos suelen recomendar a los padres seguir una dieta cetogénica. Se trata de una dieta con un alto contenido en grasas y baja en hidratos de carbono que puede reducir o incluso hasta eliminar por completo las crisis epilépticas.
Es importante que este tipo de dieta tenga un seguimiento por parte de un nutricionista, el cual pueda diseñar un calendario de recetas adecuado y asegurarse de que el niño cuenta con todos los nutrientes necesarios para un correcto desarrollo.
Preguntas frecuentes relacionadas con los espasmos infantiles
¿Cómo saber si mi hijo tiene síndrome de West?
Una forma de saber si tu hijo tiene el síndrome de West es detectar una pérdida de sus habilidades motoras, como por ejemplo dificultades para voltear el cuerpo o no poder sentarse. Si tu bebé hace movimientos raros, como espasmos, podría tener el síndrome de West.
Es posible que también presente alteraciones neurológicas como la falta de reflejos, o que sea incapaz de seguir objetos con la mirada. Además, el recién nacido podría presentar cambios en los patrones del sueño, ya sea porque duerme menos de lo recomendado por los expertos o porque tiene despertares bruscos.
También es frecuente que cambie el estado de ánimo del niño. Dejan de sonreír y cada vez están más irritables, llorando sin un motivo aparente.
¿Cómo saber si mi hijo está convulsionando?
Las convulsiones consisten en sacudidas violentas e involuntarias de gran parte de los músculos del cuerpo. Es habitual que las madres y padres no sepan identificar claramente estas convulsiones, pero sí identifiquen que su bebé hace movimientos raros.
Las convulsiones en bebés recién nacidos no siempre son fáciles de detectar. De hecho, en ocasiones una convulsión puede manifestarse únicamente porque el recién nacido mueve los labios o mastica involuntariamente. Sus ojos desvían la mirada en diferentes direcciones y, en ocasiones, pueden dejar de respirar.
En los lactantes más mayores o niños, los temblores musculares de las convulsiones son más evidentes. Los brazos y las piernas se agitan involuntariamente.
¿Qué son los espasmos epilépticos?
Los espasmos epilépticos son un tipo de crisis epiléptica característica de la etapa infantil que se ha asociado en muchas ocasiones con el síndrome de West. Los espasmos pueden ser de tres tipos: de flexión, extensión o mixto.
Los espasmos epilépticos provocan que los brazos y las piernas se pongan rígidos y la cabeza del bebé se incline hacia delante. Suelen durar uno o dos segundos, aunque normalmente vienen acompañados por series de varios sucesivos. Es importante no confundirlos con otras patologías como el cólico del lactante, el hipo o el reflujo.
La causa de estos espasmos infantiles puede originarse en alguna lesión cerebral en el bebé, trastornos metabólicos o genéticos. Aunque menos frecuente, en ocasiones se relaciona con una deficiencia de la vitamina B6.
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