Síntomas del TDA más comunes. Detéctalo a tiempo en tus hijos

Síntomas del TDA más comunes. Detéctalo a tiempo en tus hijos

Síntomas del TDA más comunes. Detéctalo a tiempo en tus hijos

Equipo GENERALI

Tu asesor de Salud

El TDA o trastorno de déficit de atención es una enfermedad más común de lo que se cree, que en ocasiones se deja de lado cuando puede abordarse y tratarse, especialmente durante la niñez.

¿Qué es el trastorno de déficit de atención?

La mayoría de las personas tienen una ligera idea de en qué consiste este trastorno, pero no lo conocen detallada y precisamente.

Gracias a este post vamos a definirlo con exactitud, además de apuntar las causas y factores de riesgo del TDA, pormenorizar los síntomas de los niños que lo padecen e informaros de qué manera puede tratarse (algo en lo que, por cierto, tienen mucho que decir los seguros de salud más competitivos).

El TDA es un trastorno neurobiológico común que afecta a ciertas funciones cerebrales y desemboca esencialmente en déficit de atención, impulsividad e hiperactividad, factores que se manifiestan de múltiples maneras y en numerosas circunstancias y que pueden afectar tanto a la vida personal como a la social y la profesional.

En ocasiones se le denomina también como TDAH, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.  La buena noticia es que sus síntomas pueden tratarse a tiempo para evitar que persistan durante la edad adulta.

Causas y factores de riesgo del TDA

EL TDA afecta a bastante más gente de la que se piensa. Se estima que entre un 5 y un 8% de los niños y aproximadamente un 4% de los mayores lo tienen, lo que demuestra que en muchos casos este trastorno es capaz de corregirse o minimizarse. Dicho esto, los síntomas del TDA en los niños son los mismos que los que pueden presentar los adultos.

Tiene causas genéticas -por lo que puede transmitirse de padres a hijos y por ello hay ciertas familias en las que está más presente que en otras-.  Sin embargo, más allá de nuestra herencia genética no existen especiales factores de riesgo ya que el TDA puede afectar a todo el mundo, independientemente de su sexo, edad, raza o cultura. No hay colectivos más expuestos que otros a padecer el trastorno por ninguna de estas circunstancias.

Lo cierto es que no existe una cura para ello, pero la buena noticia es que, diagnosticándose y tratándose de la manera apropiada, puede manejarse perfectamente y repercutir lo menos posible. Así que no te preocupes en exceso si tienes un niño con síntomas de TDA, pues será capaz de llevar una vida totalmente normal, sana y feliz si se trabaja correctamente en su caso.

Síntomas de un niño con TDA

Pero, ¿cómo explicar los síntomas de TDA? Hay que dejar claro que no todos los niños (ni las personas) que lo padecen tienen exactamente los mismos síntomas, ni presentan estos con el mismo nivel de gravedad.

En líneas generales sí que presentan, en mayor o menor medida, varias de estas características e incluso todas ellas:

  • Falta de atención
  • Excesiva facilidad para la distracción y el olvido
  • Inquietud física
  • Hiperactividad
  • Demasiada impulsividad
  • Dificultad para comenzar y completar tareas
  • Tendencia a perder cosas con frecuencia
  • Falta de habilidades de organización, planificación y gestión del tiempo
  • Tendencia a procrastinar (dejar para mañana, posponer, aplazar)

Estas características de la personalidad, que pueden detectarse con mayor o menor facilidad, se engloban en tres grandes grupos, según qué transmitan los niños.

Vamos a ver divididos por secciones qué síntomas tiene el trastorno de TDA.

Falta de atención

Numerosos aspectos indican esa falta de atención: por ejemplo, que el pequeño no preste interés a los detalles o no siga hasta el final las instrucciones que le demos, cometa errores por descuido, le cueste mantener la atención tanto en las tareas escolares como en los juegos, se distraiga fácilmente con estímulos externos e incluso parezca no escuchar cuando se le habla directamente.

Puede que no finalice los deberes aunque tenga capacidad para ello, que presente dificultad para organizar las tareas a realizar o se muestre reacio a las labores que requieran un esfuerzo mental sostenido. Los niños con TDA también suelen perder objetos a menudo y son olvidadizos con las obligaciones.

Hiperactividad

La hiperactividad también puede manifestarse de muchas maneras.

Debemos estar atentos si el niño mueve o retuerce nerviosamente manos y pies, si por regla general le cuesta mantenerse sentado, si no para de correr o saltar, si está en constante movimiento, si habla demasiado o si tiene dificultades para dedicarse tranquilamente a actividades recreativas.

Impulsividad

Un niño puede demostrarla en numerosos casos. Por ejemplo, si suele responder antes incluso de que se le haya terminado de formular una pregunta, si tiene tendencia a interrumpir o importunar a otros, entrometiéndose en conversaciones o en juegos, o si le cuesta enormemente esperar su turno para cualquier cosa.

Hay que reseñar que no todos los menores, como tampoco los adultos, presentan estos síntomas de la TDA en la misma proporción. Unos tienden más a la falta de atención, mientras que en otros predomina la impulsividad y la hiperactividad y algunos tienen un poco de todo.

Podría darse el caso, por ejemplo, de que alguien tuviera síntomas de la TDA sin hiperactividad, o sin demasiada impulsividad, o sin un gran déficit de atención.

De cualquier manera, comportamientos como los ya citados sirven de pista para detectar que tu hijo podría tener TDA, pero no suponen una garantía de ello. Para saberlo a ciencia cierta deberá siempre acudir a profesionales médicos cualificados (psiquiatras, neurólogos, psicólogos clínicos, médicos de familia, pediatras) y permitir que se le realice una evaluación completa al niño.

Esta debería incluir, además de una entrevista de diagnóstico al pequeño, información procedente de fuentes ajenas como los padres o tutores, la comprobación de los síntomas del menor, la aplicación de escalas estandarizadas de evaluación de la conducta para el TDA y cualquier evaluación psicométrica que el evaluador considere.

Incluso es conveniente la realización de un examen médico que descarte o confirme la presencia de otras afecciones o problemas cuyos síntomas pudieran ser similares.

Hay que dejar muy claro por otro lado que el Trastorno de Déficit de Atención no puede probarse médica, física o genéticamente, pero sí diagnosticarse siempre que se tenga la cualificación y experiencia necesarias para ello.

Tratamiento del déficit de atención

Como apuntamos antes el Trastorno de Déficit de Atención puede tanto diagnosticarse como tratarse, e incluso el seguro de salud es capaz de integrar coberturas que ayuden a ello.

¿De qué manera? Facilitando un amplio ramillete de centros y profesionales a disposición del cliente y sus hijos, incluyendo entre sus coberturas la realización de pruebas diagnósticas u ofreciendo el apoyo de un programa de medicina preventiva.

Además, ofrecen la opción de videoconsulta médica, y en el caso de que se precise constatar o ampliar la información obtenida, la garantía de segunda opinión médica o hasta un programa de medicina preventiva adaptado a las circunstancias y necesidades del niño.

En definitiva, poniendo todos los medios posibles y ahorrando a sus padres no sólo dinero, sino mucho tiempo.

Una vez realizada la evaluación es momento de que la familia del menor reciba el diagnóstico, pasándose a estudiarse las opciones de tratamiento de los síntomas de TDA.

El médico seguirá teniendo una función esencial, guiando al niño y a sus allegados y ayudándoles a planificar la intervención médica y psicosocial apropiada.

En conclusión

Como vemos, el déficit de atención en niños no sólo es bastante frecuente, sino tratable y corregible.

Por eso supone una buena decisión, si pensamos que nuestro hijo puede tener ese trastorno, no dejarlo pasar y -apoyados preferiblemente en la cobertura de un buen seguro de salud- ponernos en manos de profesionales para detectar si el pequeño tiene o no TDA.

Y en caso de que así sea, ayudarle con ello e involucrarnos junto con los médicos en su tratamiento del déficit de atención. No debemos ser alarmistas ni preocuparnos en exceso, pero sí ocuparnos teniendo en cuenta que el niño de hoy será en gran parte el adulto de mañana.

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